La campaña electoral de Blumberg
Pasa un mes sin noticias relevantes del nuevo candidato independiente, enfrascado en reuniones políticas con eventuales nuevos aliados. Y el 29 de agosto, a sólo doce horas del cierre de la inscripción de alianzas, llega un anuncio.
Aunque el ex ministro y candidato presidencial Roberto Lavagna se había reunido con Juan Carlos Blumberg la misma víspera, no habrá alianza electoral entre ellos. El nuevo padrino de Blumberg para los comicios provinciales de octubre será Jorge Sobisch, el gobernador de la provincia patagónica de Neuquén. Blumberg también será el primer postulante a diputado nacional por el Frente Vamos, en los comicios presidenciales que se celebrarán el mismo día. Blumberg aclara que “yo no fui a pedir, me buscaron”, y aprovecha para hablar de los 3.000 millones de pesos en rojo que arrastra la provincia de Buenos Aires, que genera el 40 por ciento del producto interior bruto y sólo recibe un 20 por ciento.
Jorge Sobisch es en Neuquén el equivalente a los Rodríguez Saá en San Luis, o los Kirchner en Santa Cruz. Los dos últimos son hegemónicos en sus provincias y dieron el salto al sillón presidencial; el conservador Sobisch aspira a seguir su ejemplo. Apostando por Blumberg pretende compensar el escaso apoyo que tiene en la capìtal (donde incluso destrozaron la sede de su partido en pleno día) y el conurbano. Su compañero de fórmula a la presidencia será el ex periodista, escritor y embajador en Portugal durante el menemismo Jorge Asís. La verdad es que Sobisch aún queda lejos de otros candidatos con más peso como Roberto Lavagna y Elisa Carrió, más aún en unos comicios en que se da por sentado el amplio triunfo de Cristina Fernández de Kirchner. Sea como sea, Blumberg finalmente está en campaña.
En total hay 15 candidatos a gobernador de la provincia de Buenos Aires: los principales son el oficialista Daniel Scioli, Francisco de Narváez como la elección del PRO junto a Jorge Macri, el peronista Jorge Sarghini y el radical Ricardo Alfonsín en dos listas separadas cercanas a Roberto Lavagna, Margarita Stolbizer por la Coalición Cívica de Elisa Carrió, Sergio Nahabetian por el partido Recrear de Ricardo López Murphy y el polémico Luis Patti. No sólo Blumberg presenta doble candidatura: también lo hacen otros aspirantes modestos como el cineasta Fernando Solanas (a presidente y senador por la capital) y el piquetero Raúl Castells (a presidente y diputado).
El candidato a vicegobernador de Blumberg no es otro que Patricio Caselli, hijo del ex embajador argentino en el Vaticano durante el festín menemista. Caselli fue Secretario General de la Gobernación bonaerense durante el mandato del duro Carlos Ruckauf, y meses atrás ejercía de secretario privado del ministro del Interior Aníbal Fernández. Más allá de tanto candidato, la realidad es que la oposición al peronismo kirchnerista de Scioli llega muy debilitada y fragmentada a una campaña bonaerense tan apagada, por lo menos, como la elección presidencial del mismo 28 de octubre. La renovación del ajado espectro político, de nuevo, queda para otra ocasión.
Mientras Juan Carlos Blumberg reconocía que no era ingeniero y definía su candidatura, la inseguridad y los secuestros no han dejaban de proveer titulares. ¿En julio? Una toma de rehenes de diez horas en un prostíbulo en pleno centro porteño. Asaltantes que juegan a la ruleta rusa en la casa de una familia en Mar del Plata. Una batalla campal entre los familiares de un secuestrador y su víctima a la salida de un juzgado, por un caso de 2002. ¿Agosto? Una mujer que escapa de sus captores saltando del auto en marcha en la zona norte del conurbano. Y varias marchas silenciosas y misas ecuménicas en la provincia de Mendoza, organizadas por el profesor de educación física Alejandro Gil. Era abril cuando la esposa de Gil fue asaltada por tres hombres que le robaron la cartera, le dispararon en la cabeza y se subieron a su Peugeot 307. Cuando se dieron cuenta que en el asiento trasero dormía su hijo de seis años, lo arrojaron del vehículo en marcha y el niño cayó sobre su madre agonizante.
Malas noticias traerá septiembre. Un estudio de la justicia federal revelado por La Nación calcula que el año anterior se produjo un secuestro extorsivo cada dos días. Durante 2006 los secuestros de ese tipo fueron 184, más que los 151 del funesto año 2002 en que asesinaron a Diego Peralta y Juan Manuel Canillas. Los 36 secuestros registrados en la ciudad de Buenos Aires en 2006 son un récord desde 2001. Considerando un rapto extorsivo aquel que dura más de doce horas, hasta junio de 2007 ya sumaban 67 casos. Por supuesto, la periferia de la capital se lleva la peor parte.
Sin embargo, este 2007 será recordado como un año de crímenes en familias acomodadas, o bien tragedias como la de un padre que mata a los dos asesinos de su hijo y a la jueza que trató el caso antes de suicidarse frente a la tumba de su chico. El año en que se supo que durante 2006 los robos violentos crecieron un 17 por ciento en todo el país, con la capital a la cabeza. El año en que las marchas masivas al Congreso brillaron por su ausencia, salvo una convocada por el reality show Cuestión de peso para declarar la obesidad una enfermedad. O bien un acto de los familiares de Cromañón en Avenida de Mayo y Florida, con sillas vacías simbolizando a las víctimas del incendio.
El caso es que a mediados de septiembre Blumberg arranca su campaña. Llama al gobernador “mendigo del gobierno central”, y critica la pasividad de Scioli para impulsar la coparticipación y combatir la inseguridad, añadiendo que “lo mismo ocurre con la señora Cristina Kirchner”. Ya el 17 de septiembre puede verse en el céntrico cruce de Florida y Corrientes a un grupo de estudiantes con gorras rojas y camisetas blanca donde se lee “100% Blumberg” en letras rojas.
Si la política del siglo XXI está alejada de los problemas reales de la sociedad, la anacrónica mística oficial de bombos y pancartas a sueldo de la política argentina es directamente de otra galaxia. A menudo Blumberg se moverá en ella como un pulpo en un garaje, aunque serán muy pocos quienes le presten atención. Encajonada entre la apatía general, la omnipresencia del peronismo de siempre, el modesto arrastre de Sobisch y el desgaste de su propia figura que se remató con la salida del PRO, la campaña de Blumberg pasa bastante desapercibida. “No me siento devaluado”, afirma el propio Blumberg a La Nación el 19, aunque reconoce que “la gente me aconseja que tengo que tener un paracaídas”.
Y mientras Blumberg empieza a hacer cosas como asistir a la misa por un histórico peronista asesinado 34 años antes o criticar un fallo judicial que convalida la candidatura de Scioli, los secuestros extorsivos al estilo bonaerense —que nunca se fueron— dan una de cal y otra de arena bañada con sangre.
El 25 de septiembre es liberado en el country Los Cardales (en el partido de Exaltación de la Cruz, al norte del conurbano) el empresario del transporte Franco Andreola, de 55 años. Fue secuestrado poco antes de la medianoche del 29 de agosto, mientras cenaba en un quincho de la empresa de autobuses de larga distancia El Rápido San José, en el barrio porteño de Barracas. Los asaltantes preguntaron de quién era el Mini Cooper que estaba en la puerta, y Andreola dijo que era suyo. En realidad los secuestradores no lo buscaban a él sino al también empresario Raúl Deluber: así se lo hicieron saber al propio Andreola cuando se dieron cuenta de su error. A los dos días llegó el primer pedido de rescate (medio millón de dólares), y hubo dos pruebas de vida durante el cautiverio: sendas cintas de audio en que Andreola relataba el resultado del partido de rugby entre las selecciones argentina y francesa y detalles familiares. Encadenado a una cama aunque sin vendas en los ojos, nunca verá a sus captores (entre seis y siete personas), que se dirigen a él usando un distorsionador de voz.
La familia reunió 200.000 dólares, y realizó varios simulacros de pago por orden de los captores. La noche del 23, Pablo (un amigo de la familia) recibe nuevas instrucciones por teléfono. Primero llega con su auto hasta la terminal porteña de Constitución, de donde parten los trenes hacia el sur del conurbano. Le hacen sentarse en el último asiento a la derecha del último vagón. Cuando el tren aminora al acercarse a la estación de Claypole, le llega la señal por el móvil, y arroja por la ventanilla una bolsa deportiva con los 200.000 dólares envueltos en nylon dentro de una bolsa de patatas fritas. Los captores cumplen su palabra: a las cuatro horas un remisero encuentra a Andreola haciendo señales a los autos en la ruta de madrugada, desorientado, barbudo y algo nervioso. De vuelta al hogar, y a través de una carta leída por una allegada, Andreola hace saber a los periodistas apostados frente a su casa de Caballito que fue tratado “200 puntos” por sus secuestradores.
No siempre es así. Dos días después de la liberación de Andreola, el 27, el empresario rural Francisco White se convierte, a sus 59 años, en el segundo argentino secuestrado y asesinado desde la muerte de Axel Blumberg, si se tiene en cuenta el rapto fatal del niño Santiago Miralles en julio de 2005. El cuerpo maniatado de White aparece en un viajo galpón junto al kilómetro 359 de la ruta 188, cerca de la localidad bonaerense de General Villegas. El Ministerio de Seguridad aclara rápidamente que el crimen está esclarecido y hay cinco detenidos.
Francisco White fue raptado veinte días antes frente a un campo de 1.100 hectáreas perteneciente a su padre en Banderaló, un pueblo de 1.500 habitantes en la provincia de Buenos Aires. Su Chevrolet S10 apareció al día siguiente del rapto en la localidad de Junín. Esa madrugada, Francisco llamó a su mujer desde su teléfono móvil para decirle que lo habían secuestrado pero estaba bien. Fue la última vez que habló con él. Sus captores pasaron a negociar el rescate con la familia a través de mensajes de texto: pidieron 250.000 dólares. El padre llegó a ofrecerles 110.000 pesos, pero no tuvo respuesta.
Durante el secuestro los investigadores detectaron a los sospechosos: el boxeador Ángel Miranda, el remisero Pablo Lejarza, su pareja Lidia Quiroz, Gustavo Gómez y Javier Tomás, de 28 años, hijo de un productor rural de Banderaló y propietario de un campo contiguo al del padre de la víctima. Todos ellos conocidos de White. Al parecer, lo habrían asaltado pensando que llevaba encima una suma importante de dinero, y al no encontrarlo optaron por el secuestro. Al parecer habría muerto —asesinado o por causa de sus problemas cardíacos— poco después del rapto, aunque siguieron exigiendo el rescate. En la casa de Lejarza y Quiroz la policía halló el chip del teléfono móvil con que se enviaron los mensajes a la familia, además de una camisa a cuadros parcialmente quemada.
Pero Juan Carlos Blumberg no estrena octubre acompañando a los familiares de estas víctimas de secuestros. Se lo ve en Chivilcoy criticando la falta de propuestas de Daniel Scioli, de quien dice que “sus benditas encuestas empiezan a fallar y no les queda otra que meterle el perro a los bonaerenses”. Sin embargo, a tres semanas de los comicios Scioli aún responde en entrevistas que no descarta llamar a Blumberg para formar su equipo de gobierno.
Para empeorar la sensación de inseguridad, por esas fechas aparecen acribillados tres policías que hacían guardia en una planta transmisora del Ministerio de Seguridad bonaerense en La Plata. El presidente Kirchner declara que hay una intención política en los secuestros y el crimen de los policías. Blumberg será el único candidato que asista al funeral de los agentes (donde coincide con Solá y Arslanian), y también se sumará a una protesta de la asociación profesional de policías de la provincia, que presentan una denuncia por calumnas e injurias contra Felipe Solá, que insinuó que los asesinos procedían de la misma institución.
Son las últimas semanas de su mandato, y Solá (que había anunciado triunfalmente en la revista Gente poco menos que el fin de la inseguridad en la provincia) tiene que salir a admitir que el delito persiste. Y el miedo al delito descongela un poco la campaña. Un tema en el que, según el propio Juan Carlos Blumberg sus adversarios no pasan de meros “guitarreros”.
De salir gobernador, afirma, “decretaría de inmediato la emergencia en seguridad”. ¿Cómo? Profesionalizando a la policía con sueldos más altos y premios al mejor desempeño, y aplicando un “programa intensivo de prevención” que incluya un registro genético de asesinos y violadores. También criticará, cómo no, la decisión de Arslanian de eliminar la figura del informante. Y arrojará las estadísticas de turno: “El robo de automotores creció 21 por ciento, mataron a 66 abuelitos en lo que va de año, y además de robos ya hay asesinatos dentro de los countries. Como no se actúa en materia de seguridad, cada día vamos a tener hechos más violentos”.
El abogado de 53 años Raúl Abraham, colaborador de la Fundación Axel, no puede estar más de acuerdo. Ese mes padecerá dos secuestros exprés, que se suman a un tercero que le tocó vivir en noviembre de 2007. Las tres veces cuando iba por el mismo lugar: el partido de La Matanza, uno de los más degradados del conurbano. La madrugada del 13 de octubre, se disponía a ingresar su camionera BMW Executive en el garaje de su casa en Lomas del Mirador cuando varios hombres lo interceptan con armas muy modernas, según acotó Blumberg a la prensa. Lo encierran en la parte trasera de su propio vehículo, le roban dinero, cheques, un teléfono y objetos de valor. Cuando la camioneta se cruza con un camión de basura a la altura de Ramos Mejía y aminora la marcha, Abraham se tira en marcha y escapa corriendo.
Esa fue la segunda vez. La tercera, después de las elecciones, es peor. El 31 de otubre son tres coches con diez personas a bordo los que le asaltan, y pasa tres horas de pesadilla. Le obligan a subir a una Ford Eco Sport y recorren varios cajeros automáticos. Abraham saca 2.000 pesos, pero sus captores quieren 50.000. Le hacen llamar a familiares y amigos para pedir rescate, hasta que un amigo reúne el dinero y los espera frente a un bar del barrio porteño de Mataderos. El amigo llama a la comisaría 42. Cuando los secuestradores ven a la policía huyen a los tiros, y terminan liberando a Abraham en un descampado de Lomas de Zamora.
La inseguridad anima algo la campaña bonaerense, sí, pero tampoco tanto. Si el favorito Scioli despierta pocas pasiones, sus modestos candidatos menos aún. El tándem Sobisch-Blumberg hoy está en Mar del Plata, mañana en San Isidro y pasado en Ituzaingó, pero no pasa gran cosa. Blumberg repite que sólo cree en las encuestas propias, que le dan un 20 por ciento de intención de voto. La realidad es mucho menos alentadora.
La inercia de la política-choripán (comprar público de relleno a cambio de un bocadillo, un refresco y unos pesos) incluso atrapa al mismo Blumberg durante un acto junto a Sobisch en La Matanza: precisamente al padre de Axel, que se jactaba de no haber pagado a nadie para que asistiera a su marcha a la Plaza de Mayo. En La Matanza, un reportero del programa de actualidad Caiga Quien Caiga sonsaca a los escasos manifestantes que solamente están ahí porque les van a pagar 15 pesos. Sea como sea, la campaña Sobisch-Blumberg se cierra en el Centro Asturiano de Vicente López, donde el padre de Axel declara que, de ser necesario, “se volverá al servicio militar obligatorio para el que no estudia y no trabaja”, y además “vamos a volver a respetar al Ejército”. El jueves previo a los comicios, La Nación interpela a Blumberg sobre el escaso apoyo que tiene Sobisch en las encuestas, a lo que responde: “No ha explicado bien lo que ha hecho. Me apena y se lo digo siempre”.
Todo está dicho cuando llega el domingo 28 de octubre. Juan Carlos Blumberg quiere empezar el día visitando la tumba de Axel, pero una llamada le avisa que faltan boletas electorales suyas en Lanús. Fastidiado, se dirige a votar en un jardín de infantes de Martínez. Por la tarde esperará los resultados desde los televisores instalados en la Fundación Axel en Buenos Aires, decorada con los colores blanco y rojo de su campaña.
Desde allí sigue el el amplio triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones presidenciales, y también verá a Jorge Sobisch reconociendo su derrota. Pese a la fortuna que se gastó en publicidad, sólo obtiene un 1,56 por ciento de los votos (284.000 en total). Incluso en Neuquén, la provincia que gobierna cómodamente, Sobisch sale tercero por detrás de la ganadora y de Elisa Carrió.
Tan sólo 83.000 bonaerenses —un triste 1,2 por ciento del electorado— han apostado por Juan Carlos Blumberg en las urnas. El padre de Axel no pasa del noveno lugar. Ni siquiera el polémico Luis Patti, segundo en los comicios de 2003 y ahora sexto, sale peor parado. En las listas de candidato a diputado nacional, Blumberg obtiene el 0,89 por ciento de los votos. Scioli logra la mayoría absoluta en la provincia y Margarita Stolbizer da la sorpresa con su segundo lugar, superando en más de seis puntos a De Narváez y Alfonsín.
Ante el evidente descalabro, Blumberg reacciona de dos maneras. Primero, denuncia que “la elección estuvo plagada de hechos graves e irregularidades” porque hubo un “robo generalizado” de boletas y no tenían fiscales en todas las mesas. Segundo, fiel a su estilo, dice lo que piensa sin tapujos: que “no hicimos la publicidad que se debía hacer” y, al respecto de su aliado Sobisch, que “en la provincia de Buenos Aires había mucha gente de él que no era adecuada ni idónea”. Así lo relatará a Clarín un mes después: “El día en que perdimos la elección fui a saludar a mis colaboradores, y todos estaban con la cara por el piso. Yo les dije: ustedes estan mal, pero no se preocupen porque yo estoy feliz. Detrás de mí no había gente idónea. Yo no entré pero ellos tampoco”. Vale la pena rescatar el balance que Juan Carlos Blumberg hace de su aventura electoral en esa misma entrevista:
“Descuidé un monton de cosas: la familia, la fundación y mi trabajo en la empresa textil. Pero no me arrepiento, fue una experiencia brillante. Recorrí la provincia en profundidad, desde hospitales y salas de primeros auxiios hasta villas de emergencia, clubes y comisarías. Pero tengo que reconocer que actué como un inexperto. Nunca me imaginé que la política era así. Me sentí usado. Me usaron para la elección y ahora no me llama casi nadie. Ya está, me saqué un peso de encima”.
Reconoce que “confié en gente en quien no tenía que confiar”. ¿De Sobisch? “No, de él tengo la mejor opinión. Es un hombre capaz”, aunque sí carga contra su entorno en la campaña bonaerense: “No tienen palabra ni códigos éticos. Han hecho cosas sucias”. Blumberg anuncia que la Fundación Axel vuelve a ser su prioridad, y tiene previsto reunirse con el electo Scioli. De su nuevo ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli, dice que “estuve en una cena con él y lo vi bien. Lo voy a apoyar, sólo espero que tenga una política de shock”.