El siglo pasado, Trinidad y Tobago alegraba al mundo al ritmo del calypso y de sus prodigiosas steel drum bands. Esta isla del Caribe ingresó en el nuevo milenio sufriendo una escalada de secuestros, un tipo de delito casi inexistente cuando Mighty Sparrow se proclamaba el rey de los calypsonians.
En 2001, esta nación de 1,2 millones de habitantes registró menos de diez raptos. Al año siguiente fueron 29; entre 2004 y 2005, unos 150. ¿Por qué? Los locales señalan a las mafias, al narcotráfico, a la corrupción policial y al colectivo pro-islámico local Jamaat Al Muslimeen, que en 1990 intentó un golpe de estado e incluso mantuvo al primer ministro y a su gabinete como rehenes a punta de pistola durante seis días de caos en Port of Spain.
Muchas de sus víctimas son de origen indio, una etnia que agrupa al 40 por ciento de la población de Trinidad. Y su símbolo, a su pesar, es el niño de once años Vijay Persad. El 21 de junio de 2004, Vijay cerraba la puerta del pequeño almacén familiar R-Persad Groceries and Snackette, mientras su padre y sus tres hermanos estaban del otro lado del mostrador. Tres hombres irrumpieron y amenazaron con llevarse a Vijay si no les abrían. Como no lo hicieron, tomaron al niño y se fueron.
Hubo un pedido de rescate inicial de unos 75.000 dólares que no se pagó, pero Vijay nunca apareció y sus captores no se contactaron más. Sus abuelos ofrecieron una recompensa a quien les informase sobre el paradero de su nieto, pero no hubo más noticias.
La tragedia se cebó con la familia: en octubre de 2008, la casa de los Persad se incendió y su padre, madre y dos hermanos murieron calcinados. Sólo una hermana se salvó porque no estaba en la casa. La policía no descartó la posibilidad de que el incendio fuese provocado.